¿CIENCIA CONTRA RELIGION? ¿GALILEO CONTRA DIOS?

LA CIENCIA CONTRA LA RELIGION Y VICEVERSA  



"La ciencia y la religión son como dos ventanas diferentes para observar el mundo"

En otros tiempos estas diferencias se ventilaban en tribunales inquisitoriales y, a menudo, en la hoguera. Cuatro siglos después de que Galileo tuviera que retractarse, todavía se producen encontronazos entre la ciencia y la religión. Es el caso de los distintos pleitos en torno a la enseñanza de la evolución que han forzado los creacionistas (o su evolución, valga la ironía, como defensores del “diseño inteligente”) en los tribunales de EE UU en pleno siglo XXI. Eso sí, a diferencia de los tiempos de Galileo, ahora la justicia tiende a ponerse del lado de la ciencia, en este caso, de Darwin.

Darwin, como un nuevo Moisés, sostiene las tablas con ecuaciones de la historia de la ciencia.



El origen del universo, la vida y el hombre

El hombre ha sentido siempre la necesidad de comprender la naturaleza y el origen de las cosas que le rodean, y de esta forma llegar a hacerlo también del conjunto de todas ellas, es decir, del universo y de una manera especial de la vida y de sí mismo. A lo largo del tiempo estas concepciones del universo o cosmologías han ido cambiando hasta llegar a la que tenemos hoy, que sin lugar a dudas cambiará también en los siglos futuros. Junto con la visión de la naturaleza del universo, se plantea también la de su origen y como ha llegado a ser como lo vemos hoy.

Al enfrentarse con el universo, y tratar de dar una respuesta a las preguntas que se le plantean sobre su naturaleza y origen, el hombre adopta diversos puntos de vista, que hoy podemos separar como científico, filosófico y teológico. Hoy estos puntos de vista están más o menos separados, pero durante mucho tiempo estuvieron mezclados. Aún hoy, a pesar de no ser reconocido muchas veces, estos puntos de vista se confunden en cuestiones que cruzan inadvertidamente las fronteras que hemos establecido entre ellos. Respecto a estos temas se siguen planteándose cuestiones que cruzan la frontera a la filosofía y aún a la teología y son uno de los campos más importante de la relación entre ciencia y religión.

Un problema importante es considerar las concepciones que el hombre ha tenido de la naturaleza y origen del universo a lo largo de la historia y la imagen que nos da de ellas hoy la ciencia actual, y ver como se relacionan con lo que las religiones nos dicen sobre el mismo tema. El problema tiene que ver con las relaciones que se establecen entre el mundo y la divinidad en cada pensamiento religioso. Las tradiciones orientales participan de un cierto panteísmo e imanentismo, en el que la separación entre el mundo y la divinidad queda difuminada en una concepción en la que la última realidad es unitaria. En ellas se encuentra la idea de un universo eterno, cíclico que últimamente tiene su fundamento en un último principio omnipresente e incognoscible, más allá del ser y no-ser, bien sea Brahma o Tao, con el que finalmente se identifica. No hay un verdadero concepto de creación, sino que el universo mismo es como una extensión de lo que podemos considerar como el ámbito de lo divino y no distinto de él.

Las ideas de la unidad y el cambio ocupan un papel importante, ya que el universo es a la vez eternamente cambiante y el mismo, que nace, se desarrolla, muere y vuelve a nacer y que no es realmente distinto del principio divino con el que se identifica y cuyos avatares se manifiestan en la naturaleza.


Génesis y creación

En el occidente cristiano, el relato del Génesis sobre la creación, que se aceptaba literalmente, implicaba que las especies de animales y plantas habían sido creadas cada una independientemente en el transcurso de seis días. Los comentarios a estos textos no harán más que recalcar esta idea de la creación directa de Dios de cada una de las especies de plantas y animales y en especial la creación del hombre a su imagen y semejanza, dando al universo una duración de unos 6000 años.

Esta visión va entrar en colisión con los desarrollos de la geología y la propuesta de Charles Darwin de la teoría de la evolución en la que se propone el mecanismo de la selección natural para explicar el origen de las especies, incluido el hombre, desde unos primeros seres vivos.

Aunque al principio hubo, desde el punto de vista puramente científico cierta oposición, la teoría de la evolución se fue imponiendo, de forma que en veinte años el acuerdo entre la comunidad científica era ya casi unánime. Está claro que las ideas de Darwin sobre la evolución chocaban con muchos aspectos de las doctrina tradicional cristiana, entre ellos, la naturaleza de la acción de Dios en el mundo, la finalidad de la creación, la historicidad del relato de la creación interpretado literalmente y la historia de la creación del hombre a imagen de Dios.

No faltaron desde el principio las interpretaciones puramente materialistas, de lo que se ha llamado el “naturalismo evolutivo” que sería utilizado en contra de la doctrina cristiana de la creación y la providencia. La selección natural presentaba una propuesta de naturalismo riguroso, en el que no se necesitaba la acción de ningún agente externo para explicar el desarrollo y la evolución de las especies.

Para el pensamiento ortodoxo cristiano esto representaba un eliminar de la consideración de la naturaleza toda referencia a un Dios creador. Es natural que la evolución se percibiera como una amenaza para la religión. El tender puentes entre las dos doctrinas resultaba difícil al principio, cuando además las mismas bases científicas del mecanismo de la evolución resultaban todavía sujetas a debate.

A medida que la teoría científica se fue solidificando y los mecanismos de la selección natural se hicieron más claros, su aceptación en el pensamiento cristiano se fue haciendo cada vez más necesaria. A pesar de que durante un tiempo las posturas evolucionistas se veían en ambientes eclesiásticos con sospecha, su aceptación terminó por imponerse. A pesar de que durante un tiempo las posturas evolucionistas se veían en ambientes eclesiásticos con sospecha, su aceptación terminó por imponerse. La evolución de universo y la vida sobre la tierra muestran como Dios ha creado el mundo.




Conclusión

La ciencia y las creencias religiosas no tienen por qué estar en contradicción. La ciencia y la religión son como dos ventanas diferentes para observar el mundo. Las dos ventanas dan al mismo mundo, pero muestran aspectos diversos de él. La ciencia se ocupa de los procesos que explican el mundo natural: las galaxias y estrellas del espacio, cómo se mueven los planetas, la composición de la materia y el origen de los organismos, incluyendo los seres humanos. La religión se ocupa del significado y propósito del mundo y de la vida humana, la correcta relación entre los seres humanos y el Creador y entre ellos mismos, y de los valores morales que inspiran y gobiernan la vida de las personas


Es posible creer que Dios creó el mundo, al tiempo que se acepta que planetas, montañas, plantas y animales, incluyendo los seres humanos, se produjeron, después de la creación inicial, por procesos naturales. En lenguaje teológico, Dios actúa a través de causas secundarias. De manera parecida, al nivel del individuo, una persona puede creer que es una criatura de Dios sin negar que se haya desarrollado por procesos naturales a partir de un óvulo fecundado en el seno de su madre.


Los científicos aceptan la evolución de los organismos con el mismo grado de confianza con que aceptan otras teorías científicas totalmente comprobadas, como la revolución de la Tierra alrededor del Sol, la expansión de las galaxias, la teoría atómica o la teoría genética de la herencia biológica. El origen de nuestra especie, Homo sapiens, a partir de antepasados que no eran humanos es una conclusión científica corroborada más allá de toda duda razonable. Pero aceptar esta conclusión es compatible con creer en Dios y que somos sus criaturas.





Publicar un comentario

0 Comentarios